
La maquinaria oficial del Parlamento Europeo lo presentó como un escrutinio concienzudo, casi como un «todo lo que siempre quiso saber sobre su comisario y él nunca quiso contarle». Es de suponer que la maquinaria no contó con los obreros que la manejan, porque las cuatro primeras audiencias no fueron ni un «¿Quién quiere ser millonario?» con la pregunta (y la respuesta) del millón, ni un «Tengo una pregunta para usted» con inquietudes ciudadanas.
En su lugar, los periodistas y escasos (por su bien) ciudadanos que hayan podido interesarse por esta jura de bandera europea asistimos a preguntas vagas de los eurodiputados que fueron respondidas por respuestas generales. Filosofía, declaraciones de intenciones mínimas, pero pocas respuestas a problemas reales para los que la UE tiene competencias. Y eso que los 26 comisarios del segundo mandato de Barroso en la Comisión Europea necesitan ser ratificados por la Eurocámara. ¿Se atreverá la UE a censurar a Israel por sus asentamientos y muros? ¿Rescatará la UE a Grecia si quiebra como país? ¿Cómo responderá la UE a la violación de los derechos humanos en Cuba y cómo cambiará su política de estancamiento diplomático hacia la isla, probadamente ineficiente? ¿Debería la UE fijarse objetivos concretos en inversión en investigación o ayuda al desarrollo y multar a los países que los incumplan?

No busquen las respuestas en nuestras crónicas sobre Catherine Ashton, la sucesora de Javier Solana al timón de la diplomacia comunitaria, y Olli Rehn, que sustituye a Joaquín Almunia como comisario de Economía y Asuntos Monetarios.
Ellos dos fueron las estrellas (bajo el cielo burócrata), que sin embargo protagonizaron algunas anécdotas. Olli Rehn, caracterizado por su tono de voz monocorde que en ocasiones da cuerda a su ironía, reconoció ante la genuina pregunta «cómo se siente» que experimentaba una sensación parecida a la de «un pollo que acaba de ser asado». Ashton se puso seria para reconocer que los ciudadanos no la eligieron directamente para representarlos, a diferencia de los eurodiputados que la interrogaban. Para compensar su inexperiencia en política internacional, Ashton reivindicó que desde que asumió el cargo, en diciembre, es una adicta al móvil. Por supuesto, en conversación con las más altas autoridades mundiales.
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