
Alguien tenía que hacerlo, y Viviane Reding apretó el botón rojo. El Parlamento Europeo había sacado adelante una resolución que expresaba «preocupación», pero para eso están sus señorías, pensamos muchos: para lanzar mensajes políticos que acaban en los periódicos como «La Eurocámara exige», aunque no haya ninguna repercusión posterior.
Reding, la más vieja de las comisarias quizás por golpes de efecto como el de esta semana (y algún otro), rompió el romo protocolo de la Comisión Europea. Algunos periodistas han llegado a decir que el martes fue el día más feliz como informadores en Bruselas. Sin embargo, a mí me quedan algunas dudas.
¿Por qué lo hizo? a) Por los gitanos b) Porque se sintió engañada c) Para salir en los medios
Yo escogería la segunda y, si me puedo permitir opción múltiple, primero c) y después a). Reding se mantuvo todo el verano «analizando la situación en contacto permanente con las autoridades francesas», como rezaban sus portavoces sin ni por asomo una décima de la pasión de la comisaria de Justicia. En su discurso, por si fuera poco, es una reafirmación de las leyes europeas (Carta de Derechos Humanos y directiva sobre libertad de movimiento) con los posibles delitos de Francia siempre en condicional. La palabra «vergüenza» la utiliza para definir la traición de Sarkozy. La circular que ponía en la diana a los gitanos estaba fechada mucho antes de que dos ministros se reunieran con ella en Bruselas para tranquilizarla. Y nadie la avisó. Sin embargo, el Parlamento Europeo, la ONU, colectivos de gitanos y ONG creían tener pruebas de deportaciones étnicas mucho antes de la circular definitiva. ¿Dónde estaba Reding?
Batalla interna en la Comisión
Ayer, la portavoz de José Manuel Durao Barroso no fue capaz, ante preguntas insistentes de los periodistas, de recoocer que el presidente de la Comisión estaba al corriente del discurso de Reding. Por lo tanto, o la presión era ya insufrible y Barroso pensaba desmarcarse de Reding, o la portavoz es una mala portavoz. Finalmente, Barroso salió en defensa del ardor europeísta de Reding, desmarcándose sólo de la frase en la que pensaba que Europa no tendría que presenciar deportaciones por motivos étnicos nunca más desde la Segunda Guerra Mundial.
Ahora mismo, al margen de lo que pueda pasar en la cumbre a la que Sarkozy llega con buenas encuestas internas, en el seno del Ejecutivo comunitario se está produciendo una lucha entre los comisarios que apoyan a Reding (la comisaria que la semana pasada dijo que «la Comisión no puede declarar la guerra a un país») y los que concuerdan con la estrategia anti-crimen de Sarkozy. Estos últimos utilizarán cualquier nueva declaración de buenas intenciones de aquí a dentro de dos semanas, cuando se toma la decisión de abrir expediente, con tal de salvarle el cuello al presidente de Francia. Entre ellos estará, sin duda, Michel Barnier, ex ministro de Sarkozy, a quien le debe el cargo, o Antonio Tajani, ex ministro de Berlusconi, que hace dos años inició un censo de huellas digitales de gitanos sin que, en aquella ocasión, Bruselas amenazase con recurrir al Tribunal de Luxemburgo.
Alguien tenía que pulsar el botón rojo. Ciudadanos europeos, que deberían estar amparados por la ley, pueden estar siendo deportados por motivos étnicos. La reacción de París, un concurso de animaladas para que en el fondo no se hable concretamente de las deportaciones, prueba la necesidad de dar la voz de alarma. Pero… ¿es todo el mundo quien dice ser?
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