
Ni se atrevieron a ponerlo negro sobre blanco. Por motivos de agenda, nos contaron. El presidente del Parlamento Europeo, una institución que había pedido la «suspensión inmediata de las expulsiones» de gitanos en Francia, reconoció que «no habría sido educado» y que sólo podía tratar «tres o cuatro asuntos». Lo primero es lo primero. Los jefes de Gobierno de la Unión Europea se pasaron varias horas discutiendo generalidades sobre el papel de China o India en el mundo mientras en los pasillos hervían las conversaciones sobre la nueva estrategia contra el crimen de Sarkozy. Venían aderezadas por las animaladas verbales del presidente de la República y sus ministros y la decisión de la Comisión de plantarles cara, primero por creer que aplican políticas racistas, y después por mentir sobre ellas ocultándolas.
Sarkozy consiguió focalizar al máximo el debate en una frase del discurso de Viviane Reding, la comisaria de Justicia.
I personally have been appalled by a situation which gave the impression that people are being removed from a Member State of the European Union just because they belong to a certain ethnic minority. This is a situation I had thought Europe would not have to witness again after the Second World War.
Obviando el resto, aseguró impávido que «si alguien ha guardado la calma», ha sido él. Una pena que no entendamos su sentido del humor cuando invita a Reding a acoger en Luxemburgo, su país de origen, a los miles de gitanos que él vaya expulsando. Porque ya ha anunciado que no va a parar. El caso es que Reding tenía razón. Durante más de un mes, una circular puso en la diana a los gitanos. Las instrucciones, firmadas por un alto cargo de Interior que ahora es «un funcionario en agosto», según Sarkozy fueron ocultadas a Bruselas en una reunión. «No te preocupes, todo va bien, Viviane», le habrían dicho los dos ministros que fueron de turismo a Bruselas. Como dice textualmente Mariano Rajoy, «no podía ser de otra manera».
Herman Van Rompuy, presidente del Consejo, sintetizó el consenso en cinco puntos (ver teletipo). Primero: los Estados pueden controlar el crimen. Segundo: La Comisión vigila que se cumplan las normas europeas. Tercero: hemos leído que a Barroso no le gustó lo de los nazis. Cuarto: hay que respetarse unos a otros. Quinto: hablaremos de la integración de los gitanos, como lo hemos hecho antes. En el fondo, como comentaba un compañero, este hito en la diplomacia europea son conceptos que tienen medio siglo de historia y se copian y pegan de tratado en tratado para ahorrar tiempo.
Hay quien dice que el resultado de la cumbre es una «vergüenza» de la UE. Esta vez no. A menudo los 27 son la UE, pero ayer se vio, claramente, que son sólo los Gobiernos, en su mayoría de centro derecha, los que se sensibilizan con un Sarkozy que hace eso a lo que los demás no se atreven, con permiso de Berlusconi, precursor cerebro intelectual de la operación. El Parlamento Europeo, sin competencias en el asunto, aisló al Partido Popular Europeo para censurar a Sarkozy. Y la Comisión Europea, más allá de todo el teatro de Reding, también.
Siendo diplomáticos, podríamos decir que Zapatero optó por el pragmatismo. Yendo un poco más allá, Zapatero hace lo que le dicen. Zapatero reconoció en la rueda de prensa temer un efecto llamada y pasar a estar entre los destinos turísticos del nomadismo. Se apoyó en que el presidente de Rumanía no puso el grito en el cielo (y es quien más debería), se dejó convencer por los argumentos y vehemencia de Sarkozy y quizás temió los riesgos de que, en vez de contra Bruselas, Sarkozy dirija sus iras contra España en un momento en el que el Gobierno no está como para perder ningún apoyo más. Porque si a Sarkozy le funciona en las encuestas, es probable que a Rajoy también. Heroísmos, los justos.
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