Hay hechos que podemos lamentar, pero no evitar. Como que la tentación de la corrupción coquetee con un político. Hay otros que muchos lamentamos aunque sean evitables. Por ejemplo, que un partido públicamente desacreditado gane unas elecciones con toda naturalidad. Pero lo que no hay que tolerar es que nos tomen por tontos. Ahí no cabe el lamento, porque no podemos permitírnoslo. Hay demasiado en juego.
El presidente de la Generalitat valenciana, Francisco Camps, no está de acuerdo. Por eso no da ruedas de prensa salvo por sorpresa. Cuando le preguntan, no responde, o lo hace ninguneando la pregunta para hablar de lo que le interesa. Eso pasó esta semana en Bruselas, cuando le pregunté por dos asuntos que marcaban ese día la actualidad valenciana y española.
Ahora sabemos, gracias a un micrófono abierto, que Camps cree que gana más votos despreciando a la prensa que respondiendo a sus preguntas, como hacen el resto de los políticos para, además de colocar su propio mensaje, contribuir al derecho a la información del ciudadano.
El ejemplo más claro de este desprecio es Canal 9, la televisión pública donde la palabra «trajes» todavía no ha sido pronunciada. Es muy llamativo que una persona que es capaz de someterse a unas elecciones libres y obtener el apoyo de cientos de miles de ciudadanos se niegue durante cuatro años a responder a muchos de esos ciudadanos, que leen periódicos y escuchan la radio, cuando le preguntan por lo que les interesa por boca de un periodista. Pero todavía más llamativo es que lo haga a menudo con total impunidad y con rivales políticos que en privado le ríen las gracias, como también hemos descubierto.
Los valencianos deberían parar esta perversión de la democracia apoyada hasta ahora en el éxito en las urnas. Los medios, presentar el retrato más fiel posible de quien aspira a representar a millones de personas burlándose de su derecho al control de la política. Porque en un país con libertad de prensa, para conquistar dos tercios de un parlamento hay que trabajar muy duro. Porque en un país sin ella, votar se convierte en un ejercicio vano y sin fin alguno.
Las preguntas hechas por Público y no respondidas por Camps ayudan a poner en su sitio a ambos. Las revelaciones del periódico Levante-EMV y Público de este fin de semana permiten esclarecer las intenciones ocultas de quien cree manejar los hilos de la democracia a su antojo.
Por eso, como diría el propio president de la Generalitat, «recuerdos al señor Camps». Esta vez, le hemos pillado.
Público: Camps sostiene que mofarse de la prensa le da votos
Levante-EMV: Camps, sobre los periodistas: «me dan votos»
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